En estos días de desescalada de la cuarentena por la crisis sanitaria del Covid19, se habla de que algunas personas ahora resulta que ya no quieren salir de sus casas. Se habla del “síndrome de la cabaña”.
Bueno, para empezar, es síndrome per se no existe. Parece que viene del “cabin fever” que describieron el siglo pasado algunos. Pero este cabin fever era precisamente lo contrario: ansiedad por salir.
Pero sí que es verdad que se están dando conductas antagónicas: personas que basta que les dejen salir una hora para que se cojan dos, que salen con cualquier excusa, y otras que prefieres (y se lo pueden permitir, claro) quedarse en casa esperando tiempos mejores.
¿La diferencia? Yo creo que tiene mucho que ver con la información que circula. Los hay que se fían de las medidas porque piensan “si ellos lo dicen, por algo será” y los hay que desconfiamos por naturaleza. Y es que con tanto baile de cifras no es de extrañar que algunos pensemos que no está muy claro nada y por tanto, lo mejor es ser prudentes.
También entran en juego otros factores, como la edad (los niños necesitan salir), la personalidad (los hay más “caseros”), la oportunidad (no es lo mismo vivir en un pueblito que en la ciudad) y sobre todo la necesidad, claro. Si he de llenar la nevera, aunque tenga miedo, he de salir.
Toda postura es lícita y comprensible. Yo no paro de decir estos días que la responsabilidad, la intuición y el sentido común han de imperar en cada uno de nuestros hogares, ya que, por desgracia, lo que nos viene de fuera no siempre da respuesta a nuestras necesidades.
#ungestocambiatuvida