EL PLACER DE PERMANECER ENFADADO

Cela y su enfado permanente

Nuestro compañero Javier López Clemente me dio ya hace unos días la magnífica idea de hablar sobre “el placer de permanecer enfadado”.  Al empezar a pensar en ello me vino a la mente (por qué será) la imagen de Camilo José Cela y al buscar imágenes del autor para hacer la portada del post, me he encontrado con muchas joyas. Como esta reflexión de Marta García Bruno en  http://corresponsalesdepaz.es/opinion/cela-y-el-abismo.

Como unas cosas llevan a otras, he buscado publicaciones relacionadas con la personalidad de Cela, a ver si a través de ellas puedo dar respuesta al planteamiento de Javier.  Parto de una premisa: que Cela sentía esa especie de placer al mostrarse siempre como en guerra con el mundo; y de una hipótesis: que personalidades parecidas a las de Cela, tenderán a sentir cierto placer al mostrar sus desencuentros de forma explícita.

Ana Santos Aramburo, directora de la Biblioteca Nacional de España, durante la inauguración de una exposición dedicada al autor en el 2016, describió la personalidad de Cela como “ecléctica, poliédrica y complicada”. Quizá se refería a que Cela escribía como pintaba y pintaba como escribía. Narrador y poeta  maravilloso, articulista polémico, académico, coleccionista, editor, viajero, torero, senador, Premio Nobel… Con tantas facetas de la personalidad, es normal que el cerebro te exija concentración y por tanto un cierto ceño fruncido, ¿no? Francisco Umbral decía que tenía una “cara sin sangre y un gesto de cabreo perpetuo con la vida”.  Y yo digo: en realidad no estaba cabreado, estaba pensando.

Por otro lado, parece que su lema vital era “el que resiste, gana”. Lógico, le tocó vivir una postguerra. Pero si haces de la “resistencia”, tu lema… eso necesariamente hace que tu cerebro se ponga “en guardia” de forma muy muy frecuente. Me explico: cuando el cerebro se siente amenazado, enciende todas las alertas para que nos podamos defender. Cuando estas alertas se quedan en modo “on” de forma permanente (por diferentes causas que alargarían en exceso el objeto de este post), tienden a mostrarte los estímulos como potencialmente peligrosos. En el caso de Cela, cambiemos “peligrosos” por “corregibles” y ahí tenemos al gruñón de Cela enmendando la plana aquí y allá. Eso, añadido a que también era algo “exhibicionista”,  hace que hoy podamos recordar muchas anécdotas divertidas.

Esa faceta “exhibicionista” es la que daría respuesta al por qué sentir placer en el enfado. Y vuelvo a Umbral, cuando decía que ese gesto de “cabreado con la vida” al principio era necesario, después pura pose. El cerebro de Cela aprendió de alguna forma que mostrarse huraño era bueno para él. Así es que lo hizo suyo. Como diríamos hoy, era su “marca personal”.  ¿Y quién no siente placer cuando cree que está siendo coherente consigo mismo?

#ungestocambiatuvida

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