Acabo de ver la serie de Netflix “Los Bridgerton”.
Es una serie costumbrista, ambientada en el Londres de principios del S. XIX (el llamado “periodo Regencia”). Pone el foco en las intrigas de la alta sociedad de entonces en torno a la necesidad imperiosa de buscar “buenos partidos” para sus hijas “casaderas”.
Hace referencia a interesantes datos históricos como la incipiente locura del Rey Jorge III, la lucha de clases, la sumisión de la mujer a un mundo totalmente gobernado por hombres (pero que en realidad manejaban las mujeres)… y a un aspecto que quiero resaltar aquí: la búsqueda de estabilidad vital de la mujer.
En el S XIX (y anteriores) la Alta Sociedad londinense (y creo que todas) tenía bien delimitados los roles. No me voy a extender en eso, ya es cosa más que sabida.
Lo que está claro es que la mujer se veía obligada a desplegar todo tipo de estrategias para ganarse un futuro, una familia, una subsistencia. Y contaba solo con tres cosas: su físico, su patrimonio y la propia sociedad, que le ofrecía, en caso de verse desvalida, algunas alternativas.
Tanto un físico agradable como un patrimonio familiar solvente, le proporcionaban, casi de inmediato, un marido que le garantizaría la subsistencia futura. Y, quién sabe, cierto grado de felicidad.
Por otra parte, añadido a lo demás, o como última alternativa en caso de carecer de ello, estaba, como digo, la sociedad. Más concretamente, las normas de la Alta Sociedad. Damas y Caballeros, fieles súbditos de la Corona, parte de la Corte.
¿De qué forma protegía esa sociedad a la mujer? pues a través de lo que se llamaba “el honor”. Si un caballero mancillaba el honor de una dama (y para eso bastaba bien poco), debía casarse con ella, lo que significaba mantenerla el resto de su vida y crear una familia si no quería ser criticado y burlado.
Hasta aquí el recorrido histórico.
Ahora os cuento: veo algunas mujeres en consulta que se sorprenden, quejan y lamentan de que los hombres que les solicitan contacto, de repente se alejan sin más explicación. Y eso después de comidas, cenas, excursiones, bailes, sexo… ¡¡¡SEXO!!!
Opinan sobre ellos que son unos “cabrones” (con perdón, pero es lo que dicen), que las han utilizado, que solo van a lo que van, que les han hecho perder el tiempo… ¡PERDER EL TIEMPO!!!
Parece que el practicar sexo marca la diferencia entre una relación sin más y un compromiso. Oigo frases como “si no me quería para algo más, ¿por qué me sedujo?”, “creo que tendría que haberle exigido algo más de compromiso antes de acostarme con él”, “solo ha conseguido lo que quería”, etc.
Os puedo asegurar que estas chicas son jóvenes, independientes, formadas, ¡¡libres!!
Me pregunto si realmente las normas de la “Alta Suciedad” (aprovechando el título de la canción de Andrés Calamaro) han desaparecido, o han impregnado de forma permanente nuestros genes.
Porque no es comprensible que en la era de la liberación de la mujer, en la sociedad de la igualdad, haya mujeres que piensen que un hombre “le debe algo” por el hecho de haberse acostado juntos.
Eso me lleva a ponerme en el lugar del hombre y preguntarme … ¿entonces, por qué te acostaste conmigo, para atar una relación?¿no fue por pasión? ¿no sentiste lo mismo que yo?
Pero eso es materia de otra pildorilla.
#ungestocambiatuvida