Mi hijo fue un niño muy movido. No paraba quieto. Desde que nació. No es que yo sea la tranquilidad personalizada, pero os aseguro que mi hijo me superaba con creces.
Tampoco os voy a decir que no perdiese los nervios nunca ni que no haya hecho y dicho cosas “inconfesables”.
Ahora tiene 17 años y desde la distancia y mi experiencia profesional, puedo decir que sé qué es lo que funciona.
Tengo una amiga pedagoga (hola Ruth) que me dio un buen consejo cuando mi hijo era pequeño y a veces me sentía desbordada: trátalo como quieres que te trate él en un futuro. Y entonces empecé a tratarlo intentando entenderle más que moldearle a las expectativas que yo tenía de lo que debía ser un niño. Empecé a descubrir sus fortalezas y sus maravillas, aunque seguía sacándome de quicio esa forma de no parar quieto ni durmiendo…
A parte de eso, las rutinas y hábitos diarios que sean siempre los
mismos, dándole autonomía para llevarlos a cabo sin críticas pero con la
opción de pedirnos ayuda en cualquier momento.
Y otra: tener previstas muuuchas actividades para proponerle en lugar de el consabido “estate quieto”. Y eso sirve también para el cole. Si tienes unos o dos de estos, lo mejor es que te hagas una programación repleta de alternativas donde cada niño pueda desarrollar su potencial y sentirse incluido.
La clave es el respeto y la creatividad. Si no se te ocurren cosas, pregúntame. Yo me hice una experta!
#ungestocambiatuvida
