Estos días estoy siendo testigo de un fenómeno que ya en 1920 Thorndike definió como el “efecto halo”.
Se trata de lo que pasa cuando se emiten juicios globales de una persona a partir de una sola característica. Por ejemplo, pensar que una persona que nos parece atractiva, también va a tener una personalidad agradable, o al contrario, claro.
Pero no lo hacemos de mala fe. Es que nuestro cerebro necesita respuestas rápidas, necesita saber si un estímulo es una amenaza, por eso prejuzga con los datos que tiene, que a veces son escasos. Un perro de esas razas llamadas “peligrosas” siempre se ve como un potencial peligro, ¿verdad?
Yo hago a veces un ejercicio con mi alumnado de la Universidad: divido la clase en dos y a unos les doy un papel con un poema y a otros otro. Eso es lo que ellos piensan, porque en realidad es el mismo poema pero firmado, en un caso, por un poeta famoso y por otro por un poeta desconocido. Luego les pido que valoren el poema. Invariablemente los que tienen al poeta famoso lo valoran mejor que los que tienen al desconocido.
Nos pasa a los propios profes. Si un alumno se interesa por tu materia y saca buenas notas, le tienes en mejor estima personal que al que no lo hace, o lo hace menos, ¿a que sí?
Pues ojo con eso, porque en estos días que el profesorado de primaria, secundaria y FP han de valorar sobre todo “la actitud” del alumnado, el efecto halo puede causar estragos.
#ungestocambiatuvida