Yo no sé vosotros, pero yo estoy empezando a tener unas muy malas vibraciones cuando miro a mi alrededor, leo las noticias, las redes… lo que veo es que se está produciendo un fenómeno muy peligroso: el fomento del odio.
A la incertidumbre normal de esta pandemia en cuanto a salud y economía, que no es moco de pavo ya por sí misma, se le está uniendo la puñetera manía de buscar culpas y culpables: que si los jóvenes, que si los políticos, que si los niños, que si los fumadores…
Nos estamos empezando a mirar unos a otros con una mirada crítica pero destructiva. Me explico: el cerebro tiene la manía de aprender, ya lo digo siempre. Y para ello necesita datos, datos que coge de las experiencias propias que ya ha registrado en el pasado y de las nuevas. Si los datos que vamos metiendo son negativos, son de “ojo con el vecino que no cumple las normas”, son de “no te fíes de nada ni de nadie porque te la van a hacer”… el cerebro de forma automática se pone en alerta porque percibe peligros.
Y automáticamente también, intenta buscar soluciones a esos peligros. Y para ello, necesariamente tiene que identificar al “enemigo”. Y lo hace. Y para poder defenderse, necesita sacar de su parte primitiva (sistema límbico) una emoción en concreto: el odio.
Y así estamos: todos en alerta macerando el odio a fuego lento.
Y ojo, porque el odio es a la vida como el agua en el llamado “efecto de la rana hervida”, ya sabéis: empieza siendo agua templada para poco a poco pasar a hervir y nosotros, como la rana, no nos damos cuenta hasta que ya no podemos evitar achicharrarnos.
Ahí lo dejo.
#ungestocambiatuvida