Estoy un poco hartita de escuchar que de esta saldremos con el tiempo, que las heridas el tiempo las cura, que le des tiempo al tiempo, que todo pasará…
Que sí, pero no. El tiempo, por sí mismo, no cura nada de nada, es más, puede empeorar las cosas sobremanera.
Lo que hace el tiempo es darnos “ventaja”. Nos da la oportunidad de que demos con las claves para resolver lo que sea que nos perturba. Pero no resuelve nada.
Un ejemplo de que el tiempo solo facilita que resolvamos, es el tema del duelo. Cuando alguien muere, hay todo un ritual en todas las culturas que favorece que la persona que sufre la pérdida se sienta acogida y que tenga tiempo para poder asumir su pérdida. A veces es suficiente y a veces no. Pero cuando no lo es, no se trata de pedir más tiempo, sino de ver qué se ha quedado en el camino sin resolver. Y lo mismo con una boda, con un nacimiento o con un cambio de trabajo.
Aunque es verdad que necesitamos tiempo. En algunas de las terapias que llevo con madres y padres jóvenes, con niños pequeñitos, lo que más demandan es eso: tiempo. Pero no tanto para dedicar al trabajo, las amistades o al resto de la familia, que también, sino a pensar. Tiempo para pensar, para … tener tiempo.
Es por eso por lo que, el tiempo en sí mismo es un valor, un activo que necesitamos cultivar, que precisa de inversión y de diseño para no perderse nada.
No se trata de rellenarlo sin más, sino de marcarse metas y elaborar el proceso. Lo que se dice, crearse un plan.
#ungestocambiatuvida