¿Estás dándole vueltas y más vueltas a eso que te preocupa y no sabes cómo quitártelo de encima?
Las preocupaciones no son más que formas de anticipar algo malo.
Los pensamientos se amontonan y tienen como vida propia, van a su bola asediándonos día y noche (sobre todo noche) sin dejarnos pensar con claridad.
Nuestro cerebro se satura de cortisol y eso hace que tengamos hasta síntomas físicos como tensión muscular, dolores, cansancio, inquietud…
El primer paso para salir de ese círculo vicioso, es ponerle nombre a la preocupación. Identifica tu emoción “altavoz”, que suele ser el miedo, pero también puede ser rabia, impotencia, etc.
Un segundo paso es saber si tu preocupación se deriva de un problema real (hay un bicho fuera y he de ponerme mascarilla) o hipotético (vamos a morir todos). Los problemas reales requieren soluciones inmediatas. Los hipotéticos no están mucho en tus manos.
A partir de allí, hemos de adiestrar a nuestro cerebro para que toree con esos pensamientos intrusivos.
SI NO PUEDES CONTRA TU ENEMIGO…
En esta parte de la serie “lidiando con la preocupación” te voy a dar truquillos para hacerte con tu cerebro y no dejar que vaya a su aire generándote esa angustia que no te deja vivir.
- Planifícate actividades que te gusten. Minimiza por un tiempo las que no te gustan. Yo, desde que nos confinaron por primera vez, decidí que no haría mi cama hasta que esto se resolviera. Cambio sábanas, pero no la hago. Luego también empecé a hacer yoga, cosa que nunca había hecho. Y me encanta!! Puedes hacerte con una mascota, salir a pasear por la naturaleza, bailar mientras haces la comida, dormir hasta las mil el domingo…
- Ponle un rato al día para preocuparte. Evita que sea por la noche. Yo lo hago con el café de la mañana. Miro la agenda, veo lo que tengo ese día y si hay algo que puedo resolver otro día para no saturarme, lo retraso en la agenda. Luego, conforme pasa el día, si ni cerebro me pide preocuparme por algo que no está “agendado”, me digo “ahora no, que eso es de mañana, o del mes que viene…”
- Intenta hacer una cosa a la vez y disfrutar del momento. Aunque sea una tarea que no te gusta, como fregar los platos o planchar, ponte música, deja unos cuantos platos para luego… en fin, date “permisos” para hacer las cosas de otra forma. No le haces daño a nadie.
- Mantente en contacto con tus personas significativas, aunque sea en remoto.
- Haz algo todos los días que te haga sentir orgullo de ti. Lo que sea, por pequeño que sea. Eso le lanza un mensaje muy bueno al cerebro.
¿Se te ocurren más cosas que puedas hacer para no estar todo el día dándole al coco? Pues cuéntamelo en tus comentarios.
#ungestocambiatuvida