El otro día, en una interesantísima clase presencial-virtual del Curso Google for Education con la UNIR, guiada por Raúl Martínez (@RaulMindthegap) y Luis Loscertales (@LuisLoscertales), surgió un interesante debate.
Hablábamos de Evaluación y analizábamos la diferencia entre “evaluar” y “calificar”.
Cuando evalúas, el proceso evaluativo debe ser parte del aprendizaje, por lo que vas dando retroalimentación al alumnado para que mejore sus propuestas y llegue a la meta final habiendo conseguido los objetivos previstos con la tarea en cuestión. Hay alumnos que no hacen caso a las indicaciones, o no loas aplican bien. Esos suspenden o tienen una nota más baja a la hora de calificar la entrega final. Normal.
Pero la gran mayoría va haciendo las correcciones indicadas, afianzando así su aprendizaje y llegando a un producto final que se corresponde con la consecución de los objetivos marcados. Por tanto, tienen una buena nota. Y son muchos.
¿Qué pasa entonces? Que tu asignatura (en el caso de la Universidad) se ve con un “alto porcentaje de éxito” y eso es sospechoso. Parece que regalas los aprobados y que das altas calificaciones porque sí. Claro, porque los profes “hueso” que suspenden a decenas al alumnado son los que endurecen sus criterios a fin de elevar al máximo la exigencia.
¿Cuál es la diferencia? Pues lo que hemos dicho al principio: unos evaluamos, otros “califican”. Estos últimos dan sus clases magistrales y esperan que el alumnado demuestre que ha escuchado y memorizando lo que se ha impartido en un examen o en algunas actividades intermedias de escaso peso en la calificación final.
Los otros, acompañamos en el proceso de aprendizaje, modelamos… curramos.
Mi pregunta es: ¿quién aprende más?
Os recomiendo, a parte de seguir a Raúl y Luis, ver este vídeo que expusieron en la clase, que explica con un ejemplo a lo que me refiero. Os va a encantar: https://youtu.be/11h2XEajlUA
#ungestocambiatuvida