MIEDO

El miedo es, junto a la culpa, una de las emociones más paralizantes y causantes de sufrimiento que existe.

A veces tenemos miedo con fundamento, con razón, pues porque ya hemos pasado por alguna experiencia mala y no queremos repetirla. Es el caso de las personas que ya hemos sufrido otras crisis económicas antes y ahora estamos muy de uñas porque evidentemente no nos apetece pasar otra vez por lo mismo. Estamos como Escarlata O’Hara en “Lo que el viento se llevó”

Hay mogollón de tipos de miedo. Miedo a enamorarte, miedo a los exámenes, incluso miedo a tus hijos, miedo a la enfermedad, a la soledad… Evidentemente, los miedos van cambiando conforme avanzamos en nuestro ciclo evolutivo. Puedes profundizar más sobre los diferentes tipos de miedo, aquí.

También tus temores pueden cambiar dependiendo de dónde vivas. Un interesante estudio del Pew Research Center en 2015  mostraba cómo Latinoamerica y Africa estaban más preocupados por el cambio climático que el resto del mundo, que parecía más preocupado, al menos en 2015, por ISIS.

Hasta la forma de expresar el miedo puede cambiar de unas culturas a otras. Lo que para nosotros es una cara de miedo, para los habitantes de Kaileuna, una isla de Nueva Guinea, es más bien una cara de agresividad y ataque.

Uno de los miedos que están más “de actualidad” es el miedo al cambio. Lo de la “nueva normalidad” no les convence a algunos que quieren volver sí o sí a lo que conocen porque allí estaban cómodos, aunque no les gustase. Dice la leyenda que el río tenía miedo de convertirse en mar.

Es lo que de la  mal llamada “zona de confort”. Y es que el cambio da miedo. Hablábamos con Patricia Tisner en uno de nuestros “encuentros entre h olas” del abismo mental que implica tener que reinventarse a los 50.

En el encuentro de hoy profundizamos más en el encuentro titulado “Quien dice miedo…mide el medio”. No te lo pierdas:

¿Cómo afrontar esos miedos?

Aquí cada uno se lo monta de forma diferente. Yo, he de reconocer, que soy muy Scarlett O’Hara, la verdad, pero hay personas que se quedan paralizadas ante el miedo que sea. Y no es que sean cobardes, qué va, es que el cerebro es lo que tiene: ante una amenaza, a veces te dice que huyas, a veces que te quedes “quieto parao” hasta que el peligro pase, y a veces que ataques sin piedad.

La cosa es saber de qué miedo hay que huir, a cuál atacar de frente y cuándo es mejor dejar pasar el tema hasta que vengan tiempos mejores.

Eso se llama “gestión del miedo”.  Porque el miedo no se puede ni debe evitar. “El miedo no puede eliminarse puesto que está  en  la  base  de  la  biología  y  del  pensamiento contemporáneo. Sin embargo, sí que se hace necesario transformar y racionalizar su gestión para que pueda resultarnos útil.”(Mestres y Vives, 2014)

Como primera aproximación a enfrentar y, si se puede, superar tus miedos, sigue estos pasos:

1.- Identifica tu miedo. De dónde viene. Por ejemplo: yo le tenía un miedo atroz a engordar. ¿De dónde proviene ese miedo? Yo era una niña gordita. Los veranos los pasaba en casa de mis abuelos en Barcelona. Cuando llegaba a Huesca, el primer saludo de mi madre era del tipo “qué gorda te has puesto” y ese mismo día me ponía a régimen. Mi cerebro de 6 o 7 añitos aprendió que estar gordito es malo porque genera el rechazo de alguien importante para ti.

2.- Estudia su proceso. Cuándo se inicia, cuál es tu reacción y cómo consigues que se te pase aunque sea un poco. Volviendo a mi ejemplo: a los 12 años decidí por mi cuenta y riesgo acabar con esas redondeces. No se lo dije a nadie, y menos a mi madre, claro, porque el machaque podía ser brutal. Dejé de comer chuches con mis amigos con mil excusas, dejé el pan en las comidas y empecé a hacer ejercicio. Me metí en ballet. Adelgacé mucho. ¿Qué aprendió mi cerebro? Que yo podía manejar la situación. El miedo seguía allí, pero ya era un miedo manejable. A lo largo del tiempo aprendí diferentes matices: cuáles eran mis límites, hasta dónde podía llegar antes de pasar esos límites… Tener en cuenta que mi tendencia a engordar estaba allí, es mi metabolismo, y mi gusto por el buen comer también, así es que con el tiempo aprendí a ser flexible y tolerar cierto límite de “michelines” a favor de disfrutar de la vida.

3.- Acéptalo como un compañero de vida. Querer que nuestros miedos desaparezcan se convierte en un miedo más. Así es que acepta que esos miedos van a estar allí. Yo tengo dos partes en mi armario: el de “gorda” y el de “flaca”. Estamos hablando de 4 kilos de diferencia, no llega a una talla, pero así es como yo lo vivo y mi forma de convivir con ello es esa.

Aquí te pongo otros ejemplos:

Como consejo general está el hablar de tus miedos. Pero no con cualquiera (recuerda que yo de mi miedo a engordar no hablo con mi madre). Mejor con alguien neutral, como un profesional de la psicología, que sabe cuáles son los mecanismos que manejan el miedo y te ayudará a superarlo desde un enfoque científico.

#ungestocambiatuvida   

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