¿No te sientes nunca lo bastante competente, ni lo bastante guapo, ni tan buena persona, ni tan listo ni tan guay?
Seguramente tienes razón, no lo eres. Pero ¿quién lo es? Y lo sabes. Sabes que nadie es perfecto, sabes que no pasa nada por no ser perfecto… pero no puedes evitar sentirte como una mierda todos los días.
¿Sabes qué puede estar pasando? Que has tenido y tienes unos padres que te han exigido mucho, quizá de forma autoritaria o quizá no, solo con una intención maravillosa de inculcarte ciertos valores que creen que van a hacerte feliz. Y lo harían si no fuese porque los valores inculcados no son los propios y por eso se interiorizan como una obligación y no como elección.
Me explico. Padres y madres buscan la felicidad de sus hijos e intentan conseguirla, entre otras cosas, diciéndoles lo que creen que es el estándar de persona feliz, y los intentan dirigir hacia ello: estudia (un 7 es poco), ve con gente responsable, viste bien, sé prudente… Lo normal y lo lógico ¿no?
Pero es que todo lo que se sale de eso se considera mala cosa. Unos castigan, otros sencillamente muestran su desagrado.
Y eso en las edades infantiles deja una huella.
Y está bien, pero hay personas más sensibles, que quizá han tenido otras experiencias que les han mermado la autoestima (bullying). Y esas personas no pueden aislar lo que los demás esperan de ellas de lo que realmente quieren. Y allí empieza el mal rollo.
Empiezan los pensamientos de no ser suficiente pero no evitar ser como se es. Eso es fatal para la autoestima.
Soluciones:
Respecto a los padres:
Educar en el esfuerzo es buena cosa, pero a pequeñas dosis y a cada cual lo que puede dar. No hay estándares. Y siempre desde la aceptación incondicional.
Respecto a los hijos:
Conseguir la emancipación emocional de sus figuras significativas
Aceptación incondicional tanto de ti mismo como de tus figuras de apego (que te intenten guiar no significa que te odien)
#ungestocambiatuvida