POR QUÉ TROPEZAMOS EN LA MISMA PIEDRA

Investigando sobre la manía de la humanidad de caer una y otra vez en los mismos errores, he dado con un magnífico libro de Jose Antonio Marina: “La inteligencia fracasada. Teoría y práctica de la estupidez”(Ed.: Anagrama, 2010)

Y es que la estupidez hay que estudiarla. La Inteligencia ya está muy estudiada y la estupidez no es solo la ausencia de inteligencia, es algo más.

Marina habla de la estupidez como un “fracaso de la inteligencia” porque dice que así es como que le damos más importancia que llamándola solo “estupidez”, con las connotaciones burlescas que ello conlleva.

Os cuento: yo tengo un hermano 2 años mayor que yo. Como sabéis, en todas las familias existe lo que llamamos “mitos familiares”. En mi caso está el mito de la “intelectualidad”. Si eres buen estudiante, estás en la parte “guay” de la familia. Mi padre era maestro, eso lo explica todo. Mi hermano no era buen estudiante, yo sí. Por tanto, yo era la guay y él no. Pero mi madre, supongo que por proteger a su hijo, decidió crear otro mito: el de la inteligencia. Y ese era mi hermano, el inteligente y yo, por definición, pasé a ser, no la tonta, claro, mis notas escolares no permitían esa etiqueta, pero sí la “voluntariosa”. Entones yo siempre creí que mi hermano era inteligente y yo voluntariosa y constante. Y así yo fui haciendo mis dos carreras, mis dos masters, mi doctorado (trabajando también desde los 21 años), y mi hermano no hizo nada más que acumular despropósitos y errores en su vida. Pero sigue siendo el inteligente. Menos mal que al hacer psicología aprendí que la inteligencia no es lo que miden los test de inteligencia, sino, como dice Marina en su libro, “la capacidad del individuo de dirigir su comportamiento, utilizando la información captada, aprendida, elaborada y producida por él mismo”.  Conste que a mi madre no la sacas de su idea de que el inteligente es el desastre de mi hermano. Madre solo hay una.

Lo que pasa es que mi madre no sabe que no le hizo ningún favor a mi hermano, que creyéndose inteligente (y no dudo que lo fuera en el sentido estricto del concepto), se alejó de conductas inteligentes y se apuntó a las estúpidas. Eso sí, maquillándolas siempre de “inteligentes”, con lo que lo único que conseguía era que el que le oyera sintiera, o que le estaba tomando el pelo, o que de verdad debía ser la repera de inteligente por no ser capaz de llegar a entender lo que decía. Esto es lo que Marina describe como “inteligencia fracasada”.

Y es que la inteligencia no es solo resolver problemas, o alcanzar metas, sino plantear objetivos. De nada sirven los planteamientos brillantes que se dirigen a una meta equivocada, ¿no creen?

Seguramente esto ya da respuesta a nuestra pregunta: ¿por qué tropezamos en la misma piedra? Pues porque nuestra inteligencia de base nos da las herramientas, pero luego las usamos malamente. La inteligencia fracasa. Y puede hacerlo de forma repetida porque partimos de un juego racional con datos erróneos. Veamos. Yo he estudiado, viajado, me he marcado retos y he recorrido caminos, no sin dificultades y errores, pero siempre con una meta clara, una que es correcta y me ha llevado a ser feliz en mi camino. He usado bien mis armas. Mi hermano no. Sin metas claras, se ha movido entre las tinieblas en las que se sumerge el que no cuenta con datos suficientes. Y lo peor es que se engaña a sí mismo y cree que engaña a los demás diciendo que en realidad lo que ha hecho era su objetivo. Una y otra vez. Incapaz de darle una vuelta al timón y virar drásticamente hacia vientos más favorables.

Por eso tropezamos en la misma piedra: porque nuestra inteligencia fracasa.

#ungestocambiatuvida

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