LA HISTORIA DE DIOSDADO

Os voy a contar una historia real que me ocurrió a mí allá por los años 80 cuando yo era una joven maestra en un colegio en Guinea Ecuatorial. Creo que en parte por estas anécdotas luego estudié psicología. Pero eso es otra historia.

Diosdado era (espero que ahora sea un adulto feliz) un niño guineano de 5 años. Estaba en segundo de preescolar (lo que ahora es Infantil). No estaba en mi clase, yo tenía a los pequeños. Diosdado ya era famoso en el cole por ser un niño muy movido. Hoy seguramente lo hubieran diagnosticado de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Su profesora, una religiosa de unos 50 años entonces (yo tenía 21) decía que llevaba dos años intentando que aprendiese a leer y escribir y nada, “que no había forma”, que “así no podía pasar de curso”, que “ya estaba harta de él”, que le impedía dar sus clases y blablablá. Terrible y tonto Diosdado.

Un día tuve que ir a esa clase no sé por qué. Hasta entonces  tenía por una buena persona a esa profesora. Pero a partir de ese día mi opinión cambió radicalmente. Y es que al entrar vi que Diosdado estaba atado a una silla y amordazado. Literalmente. Una silla al lado de la mesa de la profesora, sin su mesa, solo atado y con un pañuelo alrededor de la boca, de espaldas al resto de la clase. Totalmente aislado.

Me quedé tan nokeada que solo pude reaccionar de una forma: sin decir nada, desaté al pobre Diosdado y me lo llevé a mi clase. No sé cómo debí mirar a la “sorpsicópata” (a partir de entonces así llamé a esa profesora) porque ni se inmutó. Luego ya sí que se lió una buena con la dirección y patatín patatán, pero esa no es la cuestión ahora. Más abajo hay un vídeo donde explico qué pasó y por qué se equivocó tanto sorpsicópata.

Como he dicho, Diosdado aún no sabía leer. Su maestra “lo había intentado todo” con un método de enseñanza de la lectoescritura silábico, el de la cartilla y los Cuadernos Rubio de la época franquista. Como no podía estarse quieto, pues no había forma que uniese “la eme con la a” para decir “ma”.

En la magnífica Escuela de Magisterio de Huesca (ahora Facultad de Ciencias Humanas y de la Educación, donde tengo en honor de ser docente), me enseñaron que hay varios métodos de enseñanza de la lectoescritura. Y hay varios métodos porque varias y a veces peculiares, son las formas de aprender de los niños.

Y por tanto, mi clase, como ya he explicado en otras entradas, estaba organizada a partir de la metodología  “por rincones” para que cada niño avanzara a su ritmo. A esas alturas del curso todos sabían leer y escribir. Esa metodología hace que la clase aparentemente sea un poco caótica, pero es un caos controlado. Cada niño va rotando por los rincones y haciendo las actividades que le tocan a él por su propio avance. Luego hay actividades en pequeños grupos y otras asamblearias.

Bien, pues como digo, me llevé a Diosdado a mi clase y le expliqué: “mira, a partir de ahora, en cuanto entres en clase por la mañana puedes elegir por dónde empezar a jugar, por el rincón de las construcciones, por el de los cuentos, por el de la música… por donde quieras. Cuando elijas, yo te daré la actividad que harás en ese rincón. Cuando te canses, te cambias de rincón, no pasa nada porque te muevas todo lo que quieras. Me puedes pedir todas las actividades que te apetezca, si una no te gusta, la cambias por otra. Cuando acabes, me la enseñas y pasamos al siguiente nivel que será mucho más divertido que el anterior.” Ahora se llama “gamificación” y “fliped classroom”. Yo lo llamaba “sentido común”.

A estas alturas de la historia todos debéis estar pensando que Diosdado tuvo suerte, que seguro que se lo pasó pipa en mi clase y aprendió a leer y escribir finalmente. Pues sí, tenéis razón, así fue. Pero le costó menos aprender a leer con el método global que adapté exclusivamente para él (otro día os cuento cómo), que quitarse de encima el sentimiento de culpa que sentía cada vez que se movía. Me costó menos elaborar el material para él, planificar las actividades repartidas en todos los rincones para que sí o sí tuviera que avanzar en la lectoescritura, que demostrarle que ser un niño que se mueve no es nada malo, que no era un niño “malo” como le decía sorpsicópata, que su imaginación podía llevarle a mundos mágicos,  que aprender cosas era superdivertido, que sus ideas eran interesantes, que su forma de aprender era moviéndose, que la música enseña muchas cosas y que los “cuadernos Rubio” son cosa del pasado.

A sorpsicópata no le pasó nada, eran los años 80.

Pero a Diosdado le fue bien.

Quizá porque una joven maestra, una imberbe aprendiz de bruja, creyó en él.

#ungestocambiatuvida

Educación vs Instrucción

Este es el texto del vídeo:

EL GRAN ERROR DE “SOR PSICÓPATA”

Este vídeo lo dedicaré a explicar qué le pasó a sorpsicópata en la historia de Diosdado que, para los que me veis desde youtube, tenéis aquí: https://estherclaver.com/2020/08/23/la-historia-de-diosdado/

Resumiendo: la que vengo a llamar “sorpsicópata” era una religiosa en misiones en Guinea Ecuatorial allá por los años 80-90. En el Colegio Español de Malabo, donde yo también era profe de los más peques. Ella daba clase a los niños de Preescolar de 5 años. Diosdado era un niño que se portaba mal en su clase. Seguramente era un TDAH de hoy, pero entonces eso no existía. Y lo que pasó es que un día al entrar en su clase encontré a Diosdado atado y amordazado en una silla. Desde entonces, la llamé sorpsicópata.

El caso es que esta profesora (de la que no recuerdo el nombre real), no era mala persona. Era una religiosa que vivía en el barrio más deprimido y pobre de Malabo, con calles sin asfaltar, sin luz ni agua corriente, ayudando a los más necesitados. También daba clase en el cole como yo. A mí me pagaba la Cooperación española, a ella no lo sé. Hasta que pasó lo de Diosdado de hecho yo la tenía en buena estima y la consideraba una buena profesora.

¿Qué le puedo pasar para hacer algo así con un niño? ¿En realidad era Diosdado tan insufrible como para justificar semejante medida correctora? Ya he dicho que no, Diosdado se adaptó perfectamente a mi clase cuando lo rescaté.

Lo que le pasó fue que confundió Educación con Instrucción. Si lo que quieres es “instruir” en tu clase, pues eso exige que seas tú la protagonista de todo, tú marcas los tiempos y los contenidos y eso se ha de hacer con disciplina. En cuanto un niño no sabe o no puede seguir esa disciplina, pues molesta el transcurso de la clase y claro, hay que hacer algo. Ahora se los llevan a clases de apoyo, pero la pobre sorpsicópata no tenía dónde llevar a Diosdado. Y quería “instruir” al resto del grupo, por lo que optó por sacrificar a uno por el bien de los demás.

Si en vez de instruir, tu vocación es de “educar”, la cosa cambia, porque allí los contenidos en sí son lo de menos, lo más importante es el proceso de aprendizaje, lo que se descubre en el camino hacia el saber. Y allí el protagonismo lo tiene el niño. El profe pasa de tener que imponer “disciplina” a ser un compañero de viaje que marca rutinas y hábitos a partir de las propias diferencias de los niños y basándose sobre todo en sus fortalezas. Por lo que aquí no hacen falta, ni clases de apoyo ni sillas torturaniños.

Ese fue el error de sorpsicópata, se llame como se llame.

¿Le veis algún paralelismo con el inicio del curso 20/21?

#ungestocambiatuvida

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